Me gusta Providencia; no es su completa longitud, tal vez sólo en la extensión que abarca desde Los Leones (frente al Hospital donde murió Pinochet) hasta Pedro de Valdivia (junto a la Iglesia Ortodoxa). Siento también un cariño especial por su hermana paralela (no gemela) la 11 de septiembre, y si, la fecha tiene algo que ver, y no, no es lo que tu mente politizada piensa.
Cuando pienso en Providencia recuerdo una mañana de invierno, cuando acaba de llover.
Los pies en el agua, el salto mortal desde la oruga blanca o la viejita amarilla que aún recibía mis chauchas juntadas una a una.
El olor de la humedad se mezcla con el aroma del café caliente, las tartas de limón.
Todo se ve hermoso desde el ventanal enorme que separa el agetreo diario de nuestra conversación necesaria, de nuestro rito semanal, de nuestro espacio fabricado.
Las hojas de Lyon caen, una tras otra... la lluvia viene a caer también.
Nos sorprendemos cada miércoles con aquel grupo de señores de edad, que comentan y se alimentan. Que hablan de política, libros, actualidad y viejas historias, se conocen de toda lo vida, tal vez, tal como nosotros nos conocemos.
Cuando pienso en Providencia pienso en ti. En una fresca mañana de primavera, en una tarde de viernes. En un helado compartido, en una risa, en un capricho cumplido, en tu esfuerzo por cumplir. En la atención, las atenciones que me haces, la atención que me das.
Pienso en un puente, en un parque, un libro, un disco, un globo y un ticket de descuento. En un sueño, un anhelo, un trabajo, pizzerías, gelaterías, chocolaterías, joyerías, librerías, cafeterías, tonterías. Pienso en regalos, en gastos, en dulces y en salados.
Cuando pienso en Providencia recuerdo a punks, agros, tatuados, rojo, fuccia, brit y forestal; en raperos, floreros, dvds, ladrones de celulares y escolares.
Si pienso en Providencia, entre Los Leones y Pedro de Valdivia, pienso en gente y farmacias, pienso en ti y en mi, en lo que me gusta y lo que no te gusta. Me pienso en uniforme, en un viernes, cualquiera, y lo bien que lo pasabamos.
Cuando pienso en Providencia recuerdo una mañana de invierno, cuando acaba de llover.
Los pies en el agua, el salto mortal desde la oruga blanca o la viejita amarilla que aún recibía mis chauchas juntadas una a una.
El olor de la humedad se mezcla con el aroma del café caliente, las tartas de limón.
Todo se ve hermoso desde el ventanal enorme que separa el agetreo diario de nuestra conversación necesaria, de nuestro rito semanal, de nuestro espacio fabricado.
Las hojas de Lyon caen, una tras otra... la lluvia viene a caer también.
Nos sorprendemos cada miércoles con aquel grupo de señores de edad, que comentan y se alimentan. Que hablan de política, libros, actualidad y viejas historias, se conocen de toda lo vida, tal vez, tal como nosotros nos conocemos.
Cuando pienso en Providencia pienso en ti. En una fresca mañana de primavera, en una tarde de viernes. En un helado compartido, en una risa, en un capricho cumplido, en tu esfuerzo por cumplir. En la atención, las atenciones que me haces, la atención que me das.
Pienso en un puente, en un parque, un libro, un disco, un globo y un ticket de descuento. En un sueño, un anhelo, un trabajo, pizzerías, gelaterías, chocolaterías, joyerías, librerías, cafeterías, tonterías. Pienso en regalos, en gastos, en dulces y en salados.
Cuando pienso en Providencia recuerdo a punks, agros, tatuados, rojo, fuccia, brit y forestal; en raperos, floreros, dvds, ladrones de celulares y escolares.
Si pienso en Providencia, entre Los Leones y Pedro de Valdivia, pienso en gente y farmacias, pienso en ti y en mi, en lo que me gusta y lo que no te gusta. Me pienso en uniforme, en un viernes, cualquiera, y lo bien que lo pasabamos.
1 comentario:
No sé. Yo no tengo viernes ideales, ni recuerdos de días ideales. No sé si me gustaría tenerlos. De Providencia no, al menos. De Providencia más bien tengo un dejo de recelo, no porque sea un aspirante a Soho-chilenito, no porque tengan de alcalde a Labbé, ni porque mi padre viva allí. Son cosas difíciles de entenderlas, más aún de traducirlas.
Saludos.
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