Si pudiera definir a Misma con un color sería el negro; no porque sepa que le gusta, que le encanta, ni mucho menos porque crea que alguna de las connotaciones asociadas a éste la representen (como escuché a Redolés una vez) “en su esencia”, sino porque cada vez que la veo frente al espejo lleva una prenda de aquel color, como el chalequito negro, el incambiable, el amuleto, la muletilla de la moda, el que combina con todo o con nada, o al menos eso cree; el mismo que todos odiamos, pero que aceptamos al mismo tiempo.
Cosa similar sucede con las zapatillas, las converse, negras nuevamente, las de siempre, las únicas, las que cada año compra, que parecieran ser las mismas, pero no lo son, con los cordones cambiados, siempre uno blanco, uno de color.
La huelo a distancias, esa mezcla entre frutilla y menta, unidas de manera particular, siempre en su cabello, en su piel, casi como el olor del café caliente, ese que nos encanta a las dos.
Cuando me mira, cuando me mira a los ojos, trato siempre de fijarme en sus múltiples expresiones, esas que practica jugando con sus cejas, pequeñas y delgadas, las que intenta dominar, pero que muchas veces la dominan a ella.
Me entretengo observando sus rasgos, pero más que nada sus poses, aquellas que no puede evitar, de las que no puede escapar. Como cuando se muerde los labios mientras piensa, o saca la lengua hacia un costado si intenta concentrarse.
Veo los ojos de sus amigos cuando los mira con esa cara que dice quizás cualquier cosa, quizás nada, tal vez todo, exclamando finalmente que no estaba escuchando, porque en nuestra mente sonaba una melodía mejor, y la cantábamos a viva voz, tal como suele hacerlo cada vez que camina por la calle; yo la escucho, la contemplo, mientras misma parece no oír a nadie, y defiende a pleno corazón el hecho de que prefiere nuestra mente como almacenador de música portátil, antes que la música envasada de la tecnología , ya que, seamos francos, no la sabe usar.
Observo cómo ríe, y me río de sus ganas, de la energía que pone en ello, como si esa fuera la última vez, el último día de su vida.
La miro bailar, cómo se mueve al ritmo de la cumbia, con la salsa, con el merengue, y me gusta como, a pesar de que no conoce ningún paso, juega a defenderse, y lo hace bien, o al menos lo intenta.
Misma y yo nos conocemos mucho; somos como esos matrimonios viejos, que muchas veces se odian, pero saben que no podrían haber vivido todo lo que han pasado sin estar juntos.
Misma es mi amiga, me acompaña con sus palabras de aliento, me cuenta de los libros que intenta leer, me canta la música que le gusta, me habla de sus teorías sobre los colores y la democracia, me presenta a su novio y a veces, cuando se pierde, yo también le ayudo, y le digo qué hacer.
Misma es una bonita persona, quizás en el fondo, donde ambas nos encontramos; ella me da lo suyo, y yo, trato de contribuir con algo, y cuando resulta bien celebramos, tomamos cola-cola y comemos chocolate, pero no le convidamos a nadie.
6 comentarios:
Infinauta dijo...
La Pita subió esto porque es una resentida social, comunista y marginal. Igual que el cura Goic... ¡Rojos! ¡Ateos insensatos!
12 de agosto de 2007 03:12 PM
(En: http://periodismo2012.blogspot.com/2007/08/como-que-nev.html)
Yo no se cual me gusta más...
Creo que comprendo tu fanatismo por comer chocolate y no convidarle a nadie.
Ya, yo de nuevo... me estoy acostumbrando a dejarte dos mensajes por entrada...jeje
Acepto absolutamente tu propuesta, la vieja y la nueva, si no es mucha molestia. Yo lo intenté en las vacaciones y no me resultó.
Besos.
V.
y qué nota te puso la jen?
Hola Pita soy Asmodeo, me ha impresionado profundamente tu forma de escribir y tu forma de pensar, por favor brindame la oportunidad de conocerte mi E-mail es: link_placa@hotmail.com tengo 19 años y soy de Mexico. Originalisima forma de presentar un autoretrato, me encanta como escribes...
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